Jesús fue un ser evolucionado, de “las muchas moradas que la casa de mi Padre tiene”, que vino en misión a hacerle recordar al hombre la ley natural, que tiene grabada en su conciencia. Sus enseñanzas constituyen un progreso en las revelaciones divinas hechas al Pueblo de Israel, a través de Moisés y los Profetas, manifestando que él vino a dar cumplimiento a las mismas.
Jesús no vino a crear ninguna religión, ni tampoco una nueva Iglesia; su esfuerzo estuvo destinado a agrupar al pueblo de Israel en torno a la ekklesia, o sea, la asamblea del pueblo judío ante Dios.
Tras su muerte, debido a lo resuelto por el Concilio Apostólico de Jerusalén (49-50), de permitir el ingreso de los paganos a las sinagogas sin exigirles a estos el cumplimiento de las prescripciones de la ley moral de Moisés, motivó que esta decisión fuese rechazada por los judíos ortodoxos y por algunos judíos convertidos al Cristianismo.
Cuando las primeras agrupaciones cristianas, formadas por paganos y judíos convertidos, fueron numerosas, crearon una nueva iglesia separándose definitivamente de la Iglesia de Israel. Al no tener éxito con las nuevas enseñanzas en el pueblo de Israel, por la cuestión de las exigencias del cumplimiento de la Ley de Moisés, la predicación continuó dentro del paganismo. Para atraer a los paganos sin producir grandes cambios en sus creencias, se amalgamaron o copiaron creencias de estos de épocas precristianas como: la figura de Jesús-Dios con cuerpo humano (Antropomorfismo), similar a los Dioses del mundo antiguo, nacidos de una virgen, fertilizada por una divinidad y la perpetua virginidad de la madre después del parto. También se creó la llamada Santísima Trinidad, semejante a las Trinidades paganas y más adelante el culto a María, similar al culto a la Diosa-Madre de Babilonia; el culto de los Santos como el culto de los Dioses paganos, además de ritos, fiestas y celebraciones que inventaron o crearon, superponiéndolas a las costumbres paganas.
Así, las enseñanzas de Jesús, destinadas al hombre prudente (Mt 7:24) para que las ponga en práctica y se transforme moralmente, quedaron debajo del celemín entre 1500 y 1800 años. Dentro de estas enseñanzas está esbozada la pluralidad de existencias o reencarnación, que muestran al hombre como artífice de su felicidad o desdicha. La nueva iglesia utilizó durante siglos, el poder civil, para perseguir, torturar, encarcelar y quemar vivos a sus oponentes, es decir, se actuó por eliminación de los contrarios, que cuestionaban los Dogmas o la estructura de la Iglesia, prácticas estas, contrarias a las enseñanzas de Jesús.
Capítulo I.-
Interpretaciones sobre la persona de Jesús, su supuesta divinidad, anteriores al Concilio de Nicea.
Capítulo II.-
II Concilio Universal – I de Constantinopla
Capítulo III.-
III Concilio Universal – I de Éfeso
Capítulo IV.-
IV Concilio Universal – Calcedonia
Capítulo V.-
V Concilio Universal – II de Constantinopla
Capítulo VI.-
VI Concilio Universal – III de Constantinopla
Capítulo VII.-
VII Concilio Universal – II de Nicea
Capítulo VIII.-
VIII Concilio Universal – IV de Constantinopla
Capítulo IX.-
IX Concilio Universal – I de Letrán
Capítulo X.-
X Concilio Universal – II de Letrán
Capítulo XI.-
XI Concilio Universal – III de Letrán
Capítulo XII.-
XII Concilio Universal – IV de Letrán
Capítulo XIII.-
XIII Concilio Universal – I de Lyon
Capítulo XIV.-
XIV Concilio Universal – II de Lyon
Capítulo XV.-
XV Concilio Universal – Vienne del Delfinado (Francia)
Capítulo XVI.-
XVI Concilio Universal – Constanza
Capítulo XVII.-
XVII Concilio Universal – Ferrara – Florencia
Capítulo XVIII.-
XVIII Concilio Universal – V de Letrán
Capítulo XIX.-
XIX Concilio Universal – Trento
Capítulo XX.-
XX Concilio Universal – Vaticano I
Capítulo XXI.-
XXI Concilio Universal – Vaticano II
Capítulo XXII.-
Las Revelaciones Divinas
Capítulo XXIII.-
Propuestas para el hombre de nuestro tiempo
Capítulo XXIV.-
Influencia del Mundo Espiritual
— Los dogmas de la Iglesia Católica Apostólica Romana —
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