Pablo es extraordinario: está loco por Cristo y su ardiente fe es asombrosa. Inició siendo un perseguidor despiadado de los cristianos. Sin embargo, después reconoció al Hijo de Dios, cuando, en el camino de Damasco, Jesús se dirigió a él: “Y en último término se me apareció a mí, como a un aborto. Pues yo soy el último de los apóstoles…” (1Co 15,8).
Místico y estratega. Sufrió tormentosamente cuando sus certezas se pusieron en duda. Fue el primero en comprender que el cristianismo no tendría porvenir si no se dirigía a los paganos. Grandioso escritor de cartas, convertidor genial. Arquitecto del cristianismo –algunos lo tienen como su fundador–, impuso su visión de un Cristo que no conoció y forjó, mucho antes de que se escribieran los evangelios, las leyes que regirían a la Iglesia.
Dudé durante veinte años consagrarle un libro, pues su vida y obra me parecía un tema colosal. Busqué a Pablo en los caminos que recorrió, de Tarso a Jerusalén, de Antioquía a Chipre, de Anatolia a Grecia, hasta Roma, donde encontró la muerte. Le vi encarcelado, torturado, lapidado, decapitado por orden de Nerón. A veces me desconcertó, hasta me exasperó, pero nunca dudé que fuese único.
El autor
– El Aborto de Dios –
Ir a: redScenia